Centímetros más bajo escribí que los zombies me han fascinado desde siempre, quizá tanto como las películas sobre insectos invasores, plagas o seres mutantes por culpa de alguna extraña radiación (léase hormigas asesinas, abejas, tarántulas y todo tipo de bichos). Eso de que algo diminuto, aparentemente inofensivo, te ponga en jaque y te pueda aniquilar, es realmente pesadillesco. Por eso encontrar una película que una zombies y ratones, me parece algo totalmente espeluznante.
La cosa se llama "Mulberry Street", una película pequeña, muy menor, que forma parte de una sugerente colección titulada "8 films to die for", que recopila en DVD los mejores títulos de un festival de cine dedicado al horror llamado After Dark Horrorfest.
La historia es así: estamos en Nueva York, en un barrio muy antiguo, donde las ratas hacen nata. Precisamente algo comienza a pasar con ellas, están cambiando, están mutando. Portadoras de un virus que jamás se identifica (las buenas películas sobre zombies jamás entregan antecedentes o dan explicaciones sobre el origen del mal que ataca a los humanos), empiezan a hacer de las suyas, denotando una agresividad desconocida, un no miedo a los humanos que da susto (en realidad no dejaron de respetar hace tiempo, al igual que otras especies y alimañas).
Todo parte en el metro (un espacio subterráneo ideal para dar vida a nuestros miedos, como antes lo hizo Guillermo del Toro en la fallida "Mimic"), en una suma de sucesos que estética y dramáticamente nos conectan con títulos como "28 días". Pero pronto el director Jim Mickle le da personalidad propia, centrando su atención en un derruido edificio habitado por una serie de seres marginales dentro de una urbe aparentemente moderna: ancianos, gays, desempleados, parejas disfuncionales.
Se trata de una galería de personajes que están ahí, viven y respiran cerca de grandes edificios y corporaciones, que tienen las mismas necesidades que el resto, pero que en el fondo a nadie le importan. Están más abajo de las ratas en la cadena alimenticia, en realidad son zombies sin saberlo y este virus sólo viene a hacer tangible lo evidente.
Punto aparte, es que todo ocurre bajo un clima que hace sospechar de un nuevo atentado terrorista tipo Torres Gemelas, despertando otra vez los temores de los estadounidenses ante el extranjero, el extraño, el diferente. Pero esta vez el enemigo es interno, viene de las profundidades, de su propia basura y podredumbre humana.
Lo que parte en el centro de la ciudad pronto se comienza a multiplicar, a expandir por todas partes. Pero esta vez los zombies no son simples muertos vivientes, sino que son una extraña cruza entre humanos y ratas ("La rata humana" se viene rápido a la mente, sobre todo por ese enano que incluso vino a Chile y terminó trabajando en un circo). No sé sin dan miedo, pero sin dudad inquieta pensar en un no muerto que escarba la puerta, que puede trepar por un ducto de ventilación o una chimenea. Algo que puede esconderse en cualquier parte o entrar por cualquier agujero.
Hasta hace poco los zombies, como los concibió George Romero, era lentos y torpes. Unos seres que era fácil de superar o tumbar, a menos que nos superaran en número o nos agarraran desprevenidos. El cambio lo produjo "28 días", como esos tipos capaces de correr y cazarnos sin descanso, moviéndose frenéticamente. Algo que poco a poco se ha convertido en norma cinematográfica.
Lo otro que ofrece esta película es algo que ya venía insinuando Romero desde "El día de los muertos": los zombies también sufren. Es decir, que son capaces de conservar algunos recuerdos, emociones y repetir sus viejas rutinas. En esa película del padre de los no muertos, un zombie mascota que había sido militar confirmaba que todavía era capaz de ejecutar algunos ejercicios de su antigua vida: hacer el saludo marcial con la mano, establecer vínculos o hasta empuñar una pistola. En "Tierra de los muertos" incluso reivindican su derecho a vivir a su manera, rememorando tristemente lo que hacían antes de terminar así.
Aquí entregan otra dosis de tierna humanidad, confirmando que todos, los marginados, los replicantes y hasta los zombies, tienen finalmente su corazoncito.
La cosa se llama "Mulberry Street", una película pequeña, muy menor, que forma parte de una sugerente colección titulada "8 films to die for", que recopila en DVD los mejores títulos de un festival de cine dedicado al horror llamado After Dark Horrorfest.
La historia es así: estamos en Nueva York, en un barrio muy antiguo, donde las ratas hacen nata. Precisamente algo comienza a pasar con ellas, están cambiando, están mutando. Portadoras de un virus que jamás se identifica (las buenas películas sobre zombies jamás entregan antecedentes o dan explicaciones sobre el origen del mal que ataca a los humanos), empiezan a hacer de las suyas, denotando una agresividad desconocida, un no miedo a los humanos que da susto (en realidad no dejaron de respetar hace tiempo, al igual que otras especies y alimañas).
Todo parte en el metro (un espacio subterráneo ideal para dar vida a nuestros miedos, como antes lo hizo Guillermo del Toro en la fallida "Mimic"), en una suma de sucesos que estética y dramáticamente nos conectan con títulos como "28 días". Pero pronto el director Jim Mickle le da personalidad propia, centrando su atención en un derruido edificio habitado por una serie de seres marginales dentro de una urbe aparentemente moderna: ancianos, gays, desempleados, parejas disfuncionales.
Se trata de una galería de personajes que están ahí, viven y respiran cerca de grandes edificios y corporaciones, que tienen las mismas necesidades que el resto, pero que en el fondo a nadie le importan. Están más abajo de las ratas en la cadena alimenticia, en realidad son zombies sin saberlo y este virus sólo viene a hacer tangible lo evidente.
Punto aparte, es que todo ocurre bajo un clima que hace sospechar de un nuevo atentado terrorista tipo Torres Gemelas, despertando otra vez los temores de los estadounidenses ante el extranjero, el extraño, el diferente. Pero esta vez el enemigo es interno, viene de las profundidades, de su propia basura y podredumbre humana.
Lo que parte en el centro de la ciudad pronto se comienza a multiplicar, a expandir por todas partes. Pero esta vez los zombies no son simples muertos vivientes, sino que son una extraña cruza entre humanos y ratas ("La rata humana" se viene rápido a la mente, sobre todo por ese enano que incluso vino a Chile y terminó trabajando en un circo). No sé sin dan miedo, pero sin dudad inquieta pensar en un no muerto que escarba la puerta, que puede trepar por un ducto de ventilación o una chimenea. Algo que puede esconderse en cualquier parte o entrar por cualquier agujero.
Hasta hace poco los zombies, como los concibió George Romero, era lentos y torpes. Unos seres que era fácil de superar o tumbar, a menos que nos superaran en número o nos agarraran desprevenidos. El cambio lo produjo "28 días", como esos tipos capaces de correr y cazarnos sin descanso, moviéndose frenéticamente. Algo que poco a poco se ha convertido en norma cinematográfica.
Lo otro que ofrece esta película es algo que ya venía insinuando Romero desde "El día de los muertos": los zombies también sufren. Es decir, que son capaces de conservar algunos recuerdos, emociones y repetir sus viejas rutinas. En esa película del padre de los no muertos, un zombie mascota que había sido militar confirmaba que todavía era capaz de ejecutar algunos ejercicios de su antigua vida: hacer el saludo marcial con la mano, establecer vínculos o hasta empuñar una pistola. En "Tierra de los muertos" incluso reivindican su derecho a vivir a su manera, rememorando tristemente lo que hacían antes de terminar así.
Aquí entregan otra dosis de tierna humanidad, confirmando que todos, los marginados, los replicantes y hasta los zombies, tienen finalmente su corazoncito.
Interesante esta pelicula... Buena reseña, un saludo!
ResponderEliminarGracias.... Sí, me gustó. Ahora me queda darle una vuelta a "Otis", que la descubrí gracias a ti.
ResponderEliminarSaludos!!!
Amigo Sombra, mandame tu dirección de email que te tengo que mandar una cosa, mi mail está en mi blog. Un saludo.
ResponderEliminarues si que tiene buena pinta, me la apunto.
ResponderEliminarsaludoss