jueves, 16 de abril de 2009

Déjame entrar o crónica del primer amor


Tras ver “Crepúsculo”, cuesta creer que el género vampírico tenga futuro. Esa y otras películas han terminado por convertir a los chupasangres en personajes de teleserie, demasiado simples y descerebrados, en seres que no tienen más necesidades que morder cuellos o esconderse del sol (aunque ni esto último es respetado en esa cinta quinceañera). No tengo nada contra el romanticismo en las películas de vampiros, de hecho creo que es parte inherente a ellos, pero poner a flotar sobre los árboles a una pareja y creer que eso es lo más romántico e intenso que jamás se haya visto, es una gran mentira.

El amor, de hecho, siempre ha sido una constante en el género. Los vampiros, en última instancia, son seres torturados, personajes condenados a vagar eternamente solos. Por eso ese deseo de convertir o poseer a otros muchas veces supera el de alimentarse. Ya Bela Lugosi, como el primer Drácula oficial, trataba de apoderarse de la mujer de otro. Los ingleses de la Hammer lo harían más evidente, sumando un componente erótico que en el fondo siempre estuvo.



Pero esta semana volví a ver la luz (o será la oscuridad, mejor dicho) cuando descubrí una pequeña película sueca llamada “Déjame entrar” (así al menos la han traducido en el DVD que me llegó a las manos, ya que en inglés se llama Let the Right One In), de Tomas Alfredson. Su protagonista es un taciturno niño, Oskar (Kåre Hedebrant), un pequeño que es generalmente molestado y golpeado en su colegio (bullying le llaman ahora, en esta manía tan postmodernista de ponerle nombre -o más bien catalogar- a lo que ya lo tenía). Que en sus ratos de ocio prefiere quedarse solo en la gran esplanada-patio del conjunto de edificios donde vive, a pesar de la nieve y el frío. Ahí está en paz, protegido y nadie lo molesta.



Hasta ahí uno podría suponer que está frente a una película perdida de Kieslowski, que se trata quizá del mismo muchacho, pero en su versión más joven, de “No matarás”. Hasta el lugar, con esos edificios típicos de los 50-60, se parecen, pero ambientada en un país como Suecia, con el mito del Estado bienestar como fondo.

Entonces, de la anda, surge una muchacha, Eli (Lina Leandersson) una chica pálida y muy asexuada que no tarda en conectarse con el niño solitario y golpeado. A penas se hablan y miran, pero se entienden. Después nos enteramos que ella es una niña vampiro, que vive junto a un hombre mayor que, no se sabe bien, puede ser su pareja, su cuidador, un abusador o padre postizo (la cinta está inspirada en una novela y en ella se habla de pedofilia). Yo prefiero pensar que en el pasado fue otro niño que envejeció acompañándola a ella, que por su condición se quedó estancada en esa edad y sometida a la necesidad de alimentarse exclusivamente de sangre para sobrevivir.



Como sé que muchos no han visto la película, no quiero adelantar mucho. Pero la cinta habla de maltrato escolar, de frío, soledad y también del despertar erótico, en una mezcla de realismo social, filme íntimo y relato fantástico. Pero sin perder jamás su capacidad de parecer totalmente verosímil y eso, obviamente, asusta y logra eso que sólo pueden los verdaderos filmes de terror (no aquellos que se nutren sólo de asesinos con cuchillos, monstruos y golpes de efecto): que no te deja dormir tranquilo.



Pero no sólo eso, sino que también conmueve. Con mucho menos parafernalia y sin convertir a los vampiros en émulos de X-Men, “Déjame entrar” emociona en buena ley. Acaso hay algo más romántico, intenso, perturbador y hasta sórdido que esos dos niños mirándose, hirviendo de un extraño deseo sin necesidad de efectos especiales, musiquitas o necesidad de trepar árboles. Son dos almas, a su modo, igual de solitarias, dos seres terriblemente reales (salvo porque ella es una vampira).

Esta película, de alguna manera en su simpleza, logra recuperar nuestros instintos, el ser animal que llevamos dentro, en contra de ese mundo ultra tecnologizado e informado que habitamos, donde lo más atrevido es navegar por internet, prender la televisión o incursionar en un mall.



Me acordé de cuando tenía entre 13 y 16 años. Todos los días camino al colegio veía a una niña de mi misma edad, de pelo claro y piel muy pálida. Durante tres años nos vimos casi todos los días en la misma cuadra: yo iba para allá y ella venía para acá (que simple, no). Al comienzo ni nos cotizamos, pero poco a poco nos comenzamos a dar cuenta el uno del otro. De hecho, cuando no me la tapaba hasta la extrañaba. Por eso, al pasar unos días y volver a verla, nos sonreíamos. Pero cosa curiosa, jamás, nunca, nos hablamos y así pasó hasta que llegué a mi último año de colegio y nunca más la vi. Pensé que se había cambiado de casa, de colegio o que simplemente de rumbo. Pero tras ver “Déjame entrar”, prefiero pensar que era una niña vampira y que ahora, casi 20 años después, ella sigue teniendo 16 y yo, en cambio, estoy más viejo y cansado.

Tal vez sigue pasando por la misma calle (yo me cambié de casa) y otro escolar se topa con ella a diario, tal vez uno más despierto o con más personalidad, que quizá un día se atreva a hablarle y robarle un hola. Ese día se convertirá no sólo en su pareja-amigo, sino también en su guardián hasta que envejezca y muera. Entonces ella le sonreirá a otro. Yo, a esa altura, ya estaré muerto o, en el mejor de los casos, seré un converso al vampirismo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

AYER SUPE DE ESTA PELI ,Y ESTOY ANSIOSO DE VERLA, TE ENCUENTRO TODA LA RAZON VLAD,CON TU COMENTARIO. TUVE QUE MAMARME "CREPÙSCULO" POR MI NIETA Y SIMPLEMENTE NO LO PODÌA CREER; QUE DESMITIFICARAN TODO LO ESENCIAL EN UN CHUPASANGRE QUE SE RESPETE.un saludo del peliculero

La Sombra dijo...

Hola Peliculero, gracias por tu visita y tu comentario. Y así es, Crepúsculo es una película que atenta contra todo el mito vampírico. No suma ni resta, simplemente estorba y hasta confunde. Pero Déjame entrar es otra cosa.

Almas Oscuras dijo...

Hola Sombra.
En primer lugar celebro tu regreso. Y que mejor forma de regresar con una de las mejores películas de los últimos tiempos. Comparto enteramente tu entusiasmo por Déjame Entrar.
En cuanto a Crepúsculo, la vi hace un par de días y es un auténtico desastre. Pero, por más que nos duela, tiene su público: niñas preadolescentes (y no tan adolescentes) a las que, muy posiblemente, la escenita en la copa de los árboles sí les parezca la más romántica de la historia del cine. La película ha sido un éxito, así que las secuelas no tardarán en aparecer. Por mi parte ya lo tengo muy claro... no hay que acercarse a dichas secuelas.

saludos

Anónimo dijo...

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Atte: Steffy

Pepe Cahiers dijo...

La frialdad de la atmósfera es de una apariencia tan mortecina, como el mundo que rodea al muchacho, tan lleno de soledad que se puede cortar con una cuchilla. No es de extrañar que en ese mundo frio y distante un vampiro pueda ser tu media naranja... o alguien al que cuidar hasta que el tiempo ponga final a una relación tan poética como desigual.

LA GUARIDA DEL EREMITA

Anónimo dijo...

Yo conozco esta película desde que la estrenaron en original y pasara por este nuestro país (en otros fué más taquillera) con más pena que gloria. Y nunca supe realmente por qué, o más bien creo que sí lo sé.
Un film maravilloso, sensible, romántico, pavoroso, elegante...es fin, para mí fué un soplo de aire fresco entre tanta película "saca pelas" y orientada a gente que tiene como cerebro un cacahuete. Es más, salí tan entusiasmado de ver esta joya que animé a mucha gente a que la vieran y sinceramente excepto a un amigo que le encantó también, a los demás no les gustó. Pero claro teniendo en cuenta que les encanta Eclipse y Crepúsculo, no comments.
Es un film fresco, muy bien realizado, pausado, tranquilo (parece que no pasa nada) que logra que te metas en su mundo. El film está fabulosamente ambientado en 1982, sin internet, sin móviles...
Los actores están muy bien sobre todo Oskar y Eli (me pareció encantadora), tiene su toque de miedo y oscuridad, pero más que eso es un film de amor y de amistad tan real que pone los pelos de punta. Un film de esos que no quedan. Yo también pensé en una niña llamada Cristina que sé que (aunque tuviéramos diez años) me quería un montón. En un campamento de catequesis recuerdo que tuvimos que hacer una especie de juego de esos que se hacían para perder la timidez y tal, y me acuerdo que yo hice de novio, y ella quiso ser mi novia...y nos disfrazaron como tales!!!! El caso es que después cuando volvimos ya no volví a saber nada de ella...; de alguna manera este film me hizo recordar aquello, la niñez, el descubrimiento del primer amor..etc..., pero eso es otra historia.
En fin, de obligada visión (y la novela de obligada lectura), y un final que en fin...chapeau!!!
P.D. En breve se estrenará su versión usa, que es igualita a la original, supongo que ahora sí que será más conocida, eso sí, siempre dentro de los cánones Hollywoodienses. Joder, es una escena al niño le ponen una tirita en la cara casi de grande como un esparadrapo, cuando en el original se le ve la herida y el moratón (luego se lo tapan).

Glen Dwigth dijo...

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