lunes, 13 de abril de 2015

Día 2

Me vio, parece que me vio.... no sé si sentir vergüenza o susto. Por la cara que me puso o más bien la mirada, con esos ojos encendidos, que me observó, debería tratarse de lo segundo. Nunca una mirada me había sobrecogido tanto, ni siquiera la primera vez que besé a una chica. Ya ni me acuerdo a qué edad fue, pero justo cuando lo hacía, con los ojos bien cerrados, se me ocurrió, cuando mi boca ya estaba pegada a la de ella, abrir los míos y descubrí que ella también me miraba... los volví a cerrar rápidamente y traté de seguir en lo mío pero era difícil sacarme esa imagen de la cabeza. Es increíble como una mirada te puede perturbar, te puede confundir y decir tantas cosas a la vez sin ni siquiera hablar.

Así fue. Toda la mañana... bueno, quizá es poco exagerado, pero buena parte de ella me la pasé escuchando ruidos provenientes del piso de abajo: mueven cajas, las sueltan bruscamente y chocan contra el piso, y las vuelven a mover. Que yo sepa no está remodelando ni cambiándose de casa, pero así suena. Después de mucho rato y ya aburrido, porque no podía dormir, me levanté y me asomé por mi balcón del dormitorio y miré hacia abajo de manera furtiva. Y ahí estaba él, otra vez, mi vecino, o al menos parte de su calva, moviendo pesados paquetes, cajas destartaladas y un montón de cachivaches. No sé de que tratará todo esto, pero sin duda se ve feo y de a poco huele igual.

No soy experto en bodegas, pero a simple vista creo que llevan varias semanas acumulando un montón de porquerías en el balcón y no me había dado cuenta. Tal vez el tipo sufre del mal de Diógenes, esa suerte de síndrome que afecta a las personas que empiezan a acumular cosas sin medida ni objetivo claro, sólo con el afán de recoger cosas inútiles que en su profunda imaginación parecen útiles. En realidad, es un poco duro, ya que yo también a veces me resisto a botar cosas y más de una vez me he visto tentado por traerme algo a casa que he visto botado afuera de otra casa. Aunque finalmente, la mayoría de las veces, me contengo y lo evito. Bueno, mi vecino claramente no logra evitarlo.

No pude distinguir bien desde aquí que hay dentro, ya que el ángulo para mirar no es el mejor, pero sin duda son un montón de porquerías que sirven para poco y nada. A lo menos tiene casi medio balcón ya repleto y ojo que los balcones acá no son pequeños. Lo que debería ser un lugar tranquilo para ver pasar la tarde sentado tomando algo, ahora parece un botadero de escombros.

Ahí estaba asomado, viendo como él iba y venía trayendo cosas, tirándolas al piso, dejando que las cajas chocaran unas contras otras sin ningún cuidado. Justo una se abrió un poco, quise mirar y ahí fue que me asomé demasiado, estiré el cuello más allá de lo que pude. No sé cómo él lo supo, lo presintió o qué mierda de ruido hice, pero levantó la cabeza y me vio. No sólo me vio, sino clavó sus ojos en mí. Yo, instintivamente, bajé la cabeza y me escondí, pero ya era tarde: yo sabía que me había visto. Fue raro, sentí vergüenza, pero después el pudor se convirtió en miedo

Esos ojos.

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